LA SANIDAD DEL CORAZÓN (PENSAMIENTOS) Y EL EVANGELISMO Mateo 11:28
Hay muchas personas cuyos corazones están emocionalmente enfermos. El objetivo de sanar el corazón guarda relación directa con nuestras heridas, no con nuestros corazones, mentes o pensamientos. Todas las enfermedades surgen de nuestras heridas. Las personas consideran que todas sus circunstancias son problemas porque sus pensamientos son egocéntricos. La sanidad comenzará cuando seamos capaces de entender esto. Si esto es así, hay algo que debemos tener en cuenta al hacer el ministerio de sanidad del corazón.
1. El entendimiento (Necesidad)
Antes de sanar a otras personas, debemos entenderlas. Entender a los demás significa que sabemos lo que necesitan. Las personas necesitan especialmente la Palabra de Dios cuando están sanando sus corazones. También necesitan la gracia de Dios y el consuelo de los evangelistas. Debido a que la mayoría de nuestras heridas son antiguas, desconocemos su origen o el motivo por el que se produjeron. Por eso, las heridas no se sanan inmediatamente. Por tanto, debemos tener paciencia y tranquilidad para que sanen. Las bendiciones de Dios están ocultas aquí. Esta es una oportunidad para que las futuras generaciones reciban las bendiciones de Dios.
2. La consideración
Si entendemos a las personas, podremos ser considerados con ellas. Oseas realizó la misión que Dios le había dado a través de su esposa, Gomer. Las familias que tienen miembros que necesitan sanidad han sido encomendadas la misión de salvar a otras familias que se están enfrentando a situaciones similares en todo el mundo. La iglesia y los evangelistas deben ser considerados y salvar a aquellas personas que se están enfrentando a dificultades por causas de las heridas de sus corazones. Esta es la misión de la iglesia y de los evangelistas.
3. Las obras de Dios
Cuando Dios obra, surgen milagros. Cuando Jesús salía de Jericó, un mendigo ciego llamado Bartimeo comenzó a dar voces. Bartimeo se cruzó con Jesús una sola vez, pero en ese breve encuentro recuperó su vista. Una mujer enferma de flujo de sangre desde hacía doce años simplemente tocó el borde del manto de Jesús y se sanó de inmediato. Un mendigo que era cojo de nacimiento, al escuchar el Evangelio, se levantó de inmediato y comenzó a caminar. Onésimo, que era esclavo de Filemón, conoció a Pablo y escuchó el Evangelio mientras estaba en la cárcel por robar. Después, Onésimo se convirtió en el obispo de la iglesia en Colosa. Obras sin precedentes que todo el mundo cree imposibles comienzan a levantarse cuando la Palabra y el poder de Dios obran.