EL PUEBLO DE DIOS
Filipenses 3:20
Muchas personas viven su vida de fe obsesionadas con las cosas materiales o de forma contraria al mensaje de la cruz. Sin embargo, Pablo confesó que nuestra ciudadanía está en el cielo y que Jesucristo, nuestro Salvador, nos espera. Las personas que creen en esto son hijos de Dios. Los hijos de Dios descubren una cosa cuando restauran las bendiciones en su vida de fe. ¿De qué se trata?
1. Yo, que vivo sin conocer el mundo
Nuestros ojos espirituales se abrirán para vernos a nosotros mismos, que hemos vivido sin conocer el mundo. Esto sucede porque estamos viviendo centrados en el yo, en nosotros y en el mundo en lugar de en Dios. También nos descubrimos a nosotros mismos, que estábamos atados por los problemas de Satanás (Génesis 3, 6, 11, Hechos 13, 16, 19, seis estados de la persona no creyente). Como consecuencia, a medida que nuestra seguridad en la salvación disminuye, nos perdemos y quedamos atados por un poder desconocido. Cuando podamos ver esta verdad espiritual, entenderemos el significado de sólo Cristo.
2. Yo, que vivo una vida de fe que permite obrar a Satanás
A pesar de vivir una vida cristiana, seguimos cayendo en el engaño de Satanás. Los israelitas oraban aferrándose a la ideología de que eran los elegidos y que Dios era sólo su Dios. Satanás obra detrás de estas oraciones. Del mismo modo, Satanás obra a través de las oraciones de las personas gnósticas, secularistas y escatólogas y de las que viven centradas en el éxito. Debemos conocer esta verdad.
3. La persona que posee el misterio de Dios
Somos personas que tenemos la ciudadanía del cielo; por tanto, poseemos el misterio de comunicarnos con Dios por medio de Cristo (Hechos 1:1), el reino de Dios (3) y la llenura del Espíritu Santo (8). Si disfrutamos en todo momento de esto, nos descubriremos a nosotros mismos como personas que poseen el misterio de Dios. No hay ninguna otra razón o excusa para las personas que se aferran a este pacto (14) porque Cristo ha resuelto todos los problemas. El diácono Esteban, que conocía este misterio, siguió compartiendo el Evangelio a pesar de saber que moriría al hacerlo (7:54-60). Pablo consideró basura todas las cosas de las que alguna vez se había sentido orgulloso y confesó que proseguiría “a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:1-21).
Temas para el fórum. ¡Dios! Nos permitas que caigamos en el engaño del mundo y Satanás. Ayúdanos a confesar que somos personas de Dios que poseen Tu misterio para restaurar la bendición de nuestra vida de fe.